De mayor quiero ser como Kipchoge

Tras el recital realizado en Viena por Eliud Kipchoge bajando de las 2 horas en maratón, ¡¡ a 2,50/km!!que es ir esprintando para el común de los mortales, y encima acabando más fresco que cuando llegamos de dar un paseo, ha marcado un antes y un después a los que nos gusta correr.

Hoy, 5 de noviembre, apenas unos días después de su hazaña, cumple 35 años, que son 5 años menos que los míos; aún así quiero sincerarme diciendo que “de mayor quiero ser como Kipchoge”, no porque corra mucho (que también), sino por su forma de ser, su templanza, su humildad, su tranquilidad, su autodisciplina y su saber estar, cosa que suele acompañar a las grandes leyendas del deporte.

BREVE BIOGRAFÍA:

De niño, Kipchoge que era el menor de cuatro hijos, iba trotando a la escuela; creció en Kapsisiywa, una pequeña aldea en la que su madre era maestra, y tuvo la desgracia de que su padre murió cuando él era pequeño.

Con 1.70 metros de estatura y unos 50 kilos de peso, comenzó su ascenso deportivo en un campeonato mundial en el 2003, cuando le ganó en la recta final a Hicham El Guerrouj, en los 5.000 m cuando apenas 18 años; luego ganaría un par de medallas olímpicas en los 5.000 m: bronce en el 2004 y plata en el 2008.

Tras no poder clasificarse en sus país para las olimpiadas de Londres en 2012, Kipchoge decidió cambiarse al maratón, y en su debut en Hamburgo en la primavera del 2013 logró una marca de 2:05:30; al poco tiempo terminó en segundo lugar en Berlín, tras Wilson Kipsang, otro keniano, y desde entonces, Kipchoge siempre ha quedado primero en todos los maratones que ha corrido, incluyendo el oro en los Juegos Olímpicos del 2016.

“EL FILÓSOFO”

Tiene el hábito de sonreír siempre que se presenta el dolor, y se distrae con otros pensamientos, como la disfrutar corriendo o el focalizar la línea de meta.

«Cuando corro me siento bien, mi mente se siente bien, duermo de manera libre y disfruto de la vida» apunta Kipchoge en una de sus entrevistas.

Kipchoge apodado por sus conocidos como “el filósofo” dedica muchas horas a la lectura (desde Aristóteles a biografías del deporte y manuales de autoayuda), a la meditación y a al aprendizaje tomando notas de cada cosa que lee.

LA SENCILLEZ CLAVE DE SU ÉXITO:

Lleva una vida totalmente austera, a pesar de sus ingresos millonarios, algo impensable con los futbolistas. Hace grandes reflexiones como esta:

«Sólo los disciplinados en la vida son libres, si no eres disciplinado, eres un esclavo de tus estados de ánimo y tus pasiones».

Alguna vez escribió una fórmula: «Motivación + Disciplina = Consistencia».

Su hogar cuando no está entrenando lo tiene en Eldoret, Kenia, donde reside su esposa y tres hijos.

En su día a día madruga a las 5 de la mañana para salir correr en un campamento de entrenamiento en Kaptagat a 2.500 metros sobre el nivel del mar donde convive de manera muy sencilla con un grupo de atletas, en el que mientras sus compañeros están enganchados al móvil y de bromas, Kipchoge está siempre tranquilo, observando, leyendo,….

En ese grupo de entrenamiento no cuenta con ningún tipo de privilegio, incluso tiene que limpiar lo sanitarios como el resto de sus compañeros, a pesar de tener mucho dinero con los éxitos que ha cosechado, y eso no le hace rebajarse, sino que le iguala al resto y le motiva a seguir concentrado, siendo este parte de su secreto para conseguir sus hazañas deportivas recientes: del 2:01:38 del record del mundo oficial de maratón en el maratón de Berlín 2018, al 1:59:40 del record del mundo no oficial del maratón de Viena.

REFLEXIÓN FINAL:

En nuestra sociedad, “todos somos ricos” y abusamos demasiado de las comodidades y nos faltaría llevar una vida un poco más austera, y con ello no digo que haya que pasar penurias, ni mucho menos, sino llevar una vida más sencilla para sacar lo mejor que cada uno lleva dentro, tanto en la vida como en el deporte, porque suelen ir de la mano.

Así que en este caso, aprendamos de esta figura mundial del deporte, que prima por encima de todo la tranquilidad y el sosiego del que carecemos en nuestros días, y nos acostumbremos a vivir más despacio, siendo conscientes que la clave del triunfo nunca son los atajos sino la constancia y la paciencia.