La gente se siente presionada por la sociedad para conseguir el cuerpo diez y cae en muchos engaños publicitarios de productos dietéticos, con el objetivo de alcanzar el tan ansiado “peso ideal”.
En teoría, el “peso ideal” es aquel que se corresponde con un estado psicofísico de salud y representa, por tanto, una mayor expectativa de vida para el individuo. En la práctica, determinar el “peso ideal” es una cuestión arbitraria que viene estandarizada en las llamadas “tablas de peso ideal”, que muchas veces nos pueden llevar a error.
El afán por conseguir tal “peso ideal”, hace que surjan las dietas milagrosas que prometen resultados imposibles. Se pretende alcanzar un cuerpo perfecto en un tiempo exageradamente breve, a base de pastillas y de un continuo sometimiento del individuo a una utopía, cuya meta es el lucro personal.
Gracias a la inseguridad de las personas que quieren perder peso, renacen en el seno de la sociedad actual empresas privadas y organizaciones que surgen espontáneamente, aprovechándose de la falta de conocimiento de una gran parte de sus miembros, con el fin de enriquecerse. Podemos decir que la gran mayoría de los productos “milagrosos” que comercializan son una auténtica estafa. Los resultados no son los esperados, sólo se consigue la dependencia y, en muchos casos, el abuso de dichos productos.
¿Cómo determinar realmente el peso ideal?
Más importante que el peso en sí es la cantidad de grasa. La mayoría de nosotros utilizamos como guías las tablas de altura y peso; estas tablas se obtienen al medir a un gran número de personas y, aunque permiten compararnos con el hombre y la mujer medios, normalmente no son unas guías adecuadas del peso ideal. Muchos atletas tienen un bajo contenido en grasas, pero una musculatura muy desarrollada, por lo que, según las tablas, podrían presentar un exceso de peso. Por ello, además de controlar el peso es importante saber el porcentaje de grasa.