En nuestro tiempo, la evolución de las preferencias sociales hacia el físico estilizado ha llegado a tal extremo que, para un número cada vez más elevado de personas, alimentación y dieta baja en calorías son equivalentes.
Mucha gente recurre a los regímenes influenciada por cánones de belleza impuestos por la sociedad actual. Esto les lleva a atentar contra su cuerpo, dándose casos de enfermedades como anorexia nerviosa, bulimia y otros trastornos del metabolismo.
Los trastornos del comportamiento alimentario, anorexia y bulimia nerviosas, son hoy una de las enfermedades crónicas más frecuentes en adolescentes y mujeres jóvenes, comenzando a aparecer en hombres. La anorexia nerviosa es la tercera causa de enfermedad crónica en niños y adolescentes. Constituyen un problema de salud pública que exige un importante esfuerzo sanitario. Una presión social intensa y continua, en los últimos treinta años, hacia la veneración de la delgadez lleva a cientos de miles de personas, entre las que se encuentran también muchos adultos y mayores, a desarrollar tales enfermedades.
La anorexia nerviosa podría definirse como una distorsión en los hábitos alimentarios que se manifiesta por un adelgazamiento progresivo, debido a un ayuno autoimpuesto, ante un miedo irracional de estar “gordo” y un deseo irrefrenable de delgadez. El anoréxico reduce la cantidad de alimentos que ingiere diariamente. Al principio, elimina los alimentos que supone tienen mayor contenido calórico y, progresivamente, va reduciendo el repertorio, hasta que llega un momento en que ingiere unos pocos, siempre los mismos, y esto precipita la aparición de una malnutrición secundaria.
La bulimia se caracteriza por una alimentación compulsiva acompañada de un comportamiento destinado a promover la pérdida de peso, tal como la autoinducción al vómito, el abuso de laxantes, el ejercicio físico excesivo y el ayuno prolongado. El enfermo bulímico pasa desapercibido, ya que no presenta los rasgos característicos del anoréxico (pómulos salientes, cuerpo esquelético…).