«La prudencia es el más excelso de todos los bienes (Epicuro)»
Cualquier medicamento en si, es un veneno, que en pequeñas dosis y administrado adecuadamente, produce un efecto beneficioso ante ciertas enfermedades.
En el mundo deportivo, las competiciones actúan como un auténtico medicamento (veneno), que en dosis mínimas, genera mejoras considerables en el nivel del deportista.
El problema surge cuando nos enganchamos a competir demasiado, pensando erróneamente que no es perjudicial, y que lejos de ser malo, aumenta el rendimiento. La realidad es que abusar de la competición propicia una espiral sin salida en la que el deportista se siente adicto, en mayor o menor medida, aunque los resultados no vayan a las par de lo esperado, y encima siente que si deja de competir empeorará.
Las competiciones desarrollan una situación de euforia y motivación que incitan a dar el máximo. Hay una fase previa de nerviosismo e incertidumbre y una fase posterior de relajación, situaciones que generan ciertos neurotransmisores como la adrenalina en la fase inicial, o la dopamina en la fase final, sustancias a las que el deportista se engancha y no puede convivir sin ellas, de ahí que busque incesantemente competir.
Son demasiados los corredores, que seducidos por el boom de las carreras populares, sucumben a su veneno, poniendo continuamente al límite su organismo. Y es que competir muy a menudo, te dejará sin chispa y el agotamiento llegará antes de la cuenta en las competiciones importantes que estés preparando, al quemar esos “cartuchos“ que son muy limitados y están reservados solamente para situaciones especiales y muy puntuales.
La mayor parte de los adictos a este veneno no son conscientes de ello y se justifican diciendo: “yo voy a competir por ir con el grupo y ver el ambiente”, “yo voy a competir pero lo hago como un entrenamiento”, “yo voy a competir pero en pruebas pequeñas”, “ yo voy a competir pero apenas me esforzaré”, ….
Competir con vistas a entrenar e introducir un estímulo de calidad, va a condicionar drásticamente el entrenamiento tanto en las semanas previas como en las semanas posteriores al tener que reducir la cantidad de sesiones y la calidad de las mismas.
Debemos ser muy selectivos con las pruebas elegidas y no dejarnos llevar por la vorágine incontrolada de competir casi todos los fines de semana. Y si no encontramos motivación, habría que plantearse una restructuración de los entrenamientos para hacerlos más atractivos y así suplir esa carencia que se busca en la competición.
Mi consejo, es que concentres el ciclo de competiciones en una pequeña parte del año o a lo sumo en dos, tratando de reducir el calendario lo máximo posible, y dejando largos periodos en blanco para resetear y así llegar pletórico a las pocas competiciones elegidas. Si sigues esta pauta, además de hacerlo mejor, lo disfrutarás más y no se convertirá en un veneno perjudicial sino en un veneno beneficioso como cualquier medicación administrada en su justa medida.