El tratamiento de la vigorexia

En la anterior entrega hicimos un repaso de las características de la vigorexia, como enfermedad, y cómo el exceso de actividad física puede terminar en adicción. Esto es debido en parte a que, después de una sesión de ejercicios, el cuerpo eleva la producción de endorfinas, que actúan como analgésicos, dejando una sensación relajante. Al aumentar las horas en el gimnasio, también lo hacen las endorfinas hasta crear dependencia. Además, cuando se es esclavo del cuerpo y se quiere alcanzar la perfección en el menor tiempo posible, la repetición exhaustiva de los ejercicios y la dieta, poco equilibrada y saludable, no son suficientes. Hace falta un complemento y muchos caen en la tentación de consumir hormonas del crecimiento, esteroides anabolizantes que, además de aumentar la masa muscular, provocan problemas orgánicos y físicos.
Así, se incrementa el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, lesiones hepáticas, cáncer de próstata, atrofia testicular, disminución en la producción de espermatozoides, disfunción eréctil o alteraciones en el ciclo menstrual en las mujeres. Además, aparecen otras complicaciones como la dismorfia corporal, es decir, un cuerpo voluminoso y una cabeza muy pequeña, excesivo crecimiento de las glándulas mamarias, acné, caída del pelo, problemas óseos y articulares por el exceso de peso y el acortamiento de músculos y tendones, especialmente de las piernas, siendo frecuentes los desgarros y esguinces.
El tratamiento es complejo, porque los afectados no son capaces de asumir su trastorno y sólo acuden al especialista cuando sobrepasan el límite corporal y los síntomas se agravan. Es similar al de los enfermos de anorexia y bulimia, actuando en primer lugar para restablecer la alimentación adecuada y aplicar posteriormente la atención psicológica con terapias para modificar la conducta, que puede asociarse al empleo de antidepresivos.