La vigorexia, o Síndrome de Adonis, es una patología diagnosticada por primera vez en los años 90 y se definió como un trastorno mental o emocional que provoca una obsesión de perder grasa y conseguir un cuerpo musculado. Es la otra cara de la anorexia porque, mientras las chicas jóvenes dejan de comer para adelgazar y lucir una estilizada figura, la vigorexia afecta mayoritariamente a hombres obsesionados en aumentar exageradamente su masa muscular. Dedican muchas horas a ejercitarse en el gimnasio, se miran continuamente en el espejo, se pesan varias veces al día, siguen una dieta estricta y, a pesar de lucir una tremenda musculatura, nunca se conforman porque se siguen viendo “pequeños”. Su aspecto deportivo y saludable suele esconder una obsesión narcisista y hacen lo que sea para conseguir aumentar la musculatura. Incluso hay casos en los que se llegan a tomar esteroides, anabolizantes y hormonas.
En contra de lo que pudiera pensarse, hay muy pocos deportistas vigoréxicos, porque sus objetivos son bien distintos. Mientras un deportista utiliza su cuerpo para tratar de alcanzar metas que se ha propuesto y, para ello, dosifica y diversifica su esfuerzo porque sabe que el exceso puede alejarle de su objetivo, para el vigoréxico el cuerpo es un fin y muchos de ellos se exceden sin saber cuál es el límite de su capacidad física, llegando a perder coordinación, elasticidad, agilidad…
Una forma de identificar este trastorno obsesivo-compulsivo es cuando el afectado dedica toda su pasión y muchas horas a entrenarse en el gimnasio, sin que el deporte tenga un objetivo claro. Suelen ser personas inmaduras, de baja autoestima e introvertidas. Aunque no se sabe dónde está el límite entre el ejercicio físico y la patología, la alarma salta cuando comienzan a aparecer síntomas de ansiedad, depresión y otros problemas obsesivos.
En la próxima entrega veremos el tratamiento a seguir en esta enfermedad.