Sin duda, una de las formas de ocio objeto de una mayor atención, tanto en el colectivo de personas mayores como en el de otros, ha sido la actividad o ejercicio físico. Es sabido que un estilo de vida sedentario acelera el proceso de envejecimiento. Frente a esto, la práctica de ejercicio físico incrementa, por ejemplo, la flexibilidad articular, la fuerza muscular, la respuesta cardiaca y la capacidad pulmonar. Asimismo, favorece las funciones fisiológicas y permite frenar el declive físico motivado por la edad, mostrando igualmente su repercusión positiva sobre el funcionamiento cognitivo.
Esto ya era bien sabido en la antigüedad, en la que casi todas las civilizaciones hacían uso terapéutico de la actividad y el ejercicio físico. Así, por ejemplo, ya tres siglos antes de la era cristiana, la civilización china considera que la enfermedad es generada por la inactividad, por lo que utilizaban la gimnasia como actividad promotora de salud. También los griegos, desde Escolapia a Hipócrates tienen una concepción positiva de la actividad.
Se puede decir que nunca es tarde para comenzar a hacer ejercicio, ya que las secuelas de los hábitos inactivos pueden corregirse con un programa de entrenamiento adecuado. El porcentaje de mejoría física y las ganancias de salud que obtienen los mayores con estos programas son aproximadamente iguales a los conseguidos por sujetos más jóvenes. Así, la capacidad aeróbica, uno de los determinantes más importantes de la facultad y vigor físicos, se puede mejorar de un diez a un treinta por ciento, y la fuerza muscular puede llegar a incrementarse hasta un cincuenta por ciento. Estas prácticas, se traducen en una menor mortandad y una mayor esperanza de vida.
Los efectos del ejercicio físico no solo se dejan sentir sobre variables físicas, también se ha comprobado su repercusión sobre la depresión, la soledad o las facultades cognitivas. Por tanto una mayor implicación en los programas de actividades y de ejercicio físico aumenta los niveles de bienestar, disminuye el sentimiento de soledad, aumenta el estado de ánimo, e incrementa la capacidad de afrontar los cambios producidos durante el envejecimiento.