El velocista nace y el fondista se hace

Hace pocos días, un buen amigo mío, también corredor, me comentaba que se menosprecia un poco las carreras de velocidad o el atletismo puro en pista, en pos del tan de moda ultratrail (carreras de más de 100 km. por el monte), ya que parece que las competiciones, cuanto más largas, más hechas están para “superhombres”.

Pero, realmente, la resistencia física o el fondo, como muchos lo conocemos, es una cualidad innata que todos podemos más o menos adquirir y mejorar con el entrenamiento, mientras que la velocidad es algo más talentoso y se necesita haber nacido rápido, porque es muy difícil de mejorar, y a buen seguro imposible, que una persona lenta y resistente se convierta en rápida, al contrario que le sucede a una persona rápida, que sí puede mejorar su resistencia de una manera muy considerable. De ahí, el título de esta columna, en la que os dejo claro que “el velocista nace y el fondista se hace”.

Muchos os preguntaréis a qué es debido esto, y la respuesta radica en la selección genética natural que hemos tenido durante miles años, la cual nos ha predispuesto más para la resistencia que para la velocidad, ya que nuestro modo de alimentación consistía en recorrer grandes distancias en busca de frutos silvestres de diferentes zonas, así como en la caza de animales, donde perseguíamos al ciervo hasta que lo agotábamos.

Por eso, todos tenemos una gran capacidad de resistencia que si se entrena sale a la luz, mientras que son pocos los elegidos para velocistas. Aunque quisiéramos ser rápidos, nos resultaría inalcanzable, porque, en nuestra composición muscular, las fibras de tipo rápido, que son las que nos capacitan para la velocidad, se pueden transformar en lentas (resistentes); pero las fibras de tipo lento, que son las que nos dan la resistencia,  jamás se podrán convertir en rápidas.