El hambre es una alerta que nos conduce a ingerir alimentos de manera más o menos compulsiva para evitar la muerte por desnutrición. Hasta no hace muchos años, este instinto cumplía su función y nos incitaba a buscar alimento cuando realmente lo necesitábamos, pero en la actualidad, se ha vuelto en nuestra contra ya que solo tenemos que abrir la nevera para comer cuando queramos.
Normalmente el hambre se manifiesta en situaciones de tranquilidad orgánica y reposo que es cuando más receptivos estamos para realizar la digestión, con lo que hacer un poco de deporte disipará nuestras ganas de llenar la barriga al activar el organismo y privar al sistema digestivo de la llegada de sangre. Por tanto, el sedentarismo nos va a engordar no solo por la escasez de las calorías gastadas sino porque va a propiciar que salga a la luz ese instinto primigenio que todos tenemos de comer a cualquier hora.
Pero la necesidad de comer no solo se controla con el deporte sino que una buena elección de los alimentos mejorará el grado de saciedad y por tanto retrasará la aparición del hambre. Esto se consigue eligiendo alimentos que cumplan tres requisitos: que posean un alto contenido en agua, que tengan mucha fibra y que su riqueza nutricional sea elevada.
Podemos comprobar que las alubias son un alimento excepcional para disipar el hambre ya que cumplen a la perfección esos 3 requisitos: al cocerse más de la mitad de su peso corresponde a agua, tienen más de 20 g de fibra por cada 100 gr y su contenido en nutrientes es enorme a pesar de aportarnos muy pocas calorías. Así que nada mejor que un buen plato de alubias “a la bañezana” para no tener hambre durante el resto del día.