Tras haber corrido 42 km, como lo hicimos más de 7.000 corredores hace apenas un mes en el maratón de Valencia, se nos suele olvidar que también hay que programar adecuadamente el descanso. Antes de la prueba, los corredores suelen someter su cuerpo a duros entrenamientos y sacrificios para poder afrontar con garantías la mítica distancia de los 42 km, pero pocos son los que, una vez terminado el reto, hacen una correcta planificación. Lo normal es dejar de entrenar y descansar para recuperarse del esfuerzo acontecido durante los cientos de kilómetros acumulados en las piernas, pero esto es conveniente en cierto modo porque, al igual que para coger la forma hay que ir poco a poco, para perderla también deberemos hacerlo poco a poco e intentando que se prolonguen en el tiempo los cambios positivos producidos con el entrenamiento, que se podrían resumir en los siguientes:
- Mejora la eficiencia cardiaca, al tener un corazón más voluminoso.
- Aumento de la capacidad pulmonar.
- Mayor consumo de grasas.
- Predisposición a un mayor almacenamiento de glucógeno que es la gasolina del músculo frente a las grasas que es el gasoil.
- Incremento de la vascularización muscular y aumento de la oxigenación de los tejidos.
- Mejora de la actividad de las mitocondrias (hornos de combustión de las células).
- Acomodación de las articulaciones a un mayor impacto.
- Incremento del número de fibras musculares rojas o resistentes.
- Mejora funcional de órganos vitales tales como los riñones o el hígado.
- Elevación el Umbral Aeróbico del corredor que permite una mayor velocidad de carrera en esfuerzos moderados.
- Mejora de la resistencia mental y capacidad de sacrificio para afrontar los entrenamientos y la vida diaria.
Indudablemente, todas estas adaptaciones se producen de manera lenta y paulatina, y no podemos pretender conseguirlas de hoy para mañana. Lo idóneo es que la preparación específica del maratoniano haya durado entre 3 y 6 meses, dependiendo de la base inicial. Por ello, si hemos preparado un maratón en muy poco tiempo, apenas habremos llegado a acondicionar el cuerpo lo suficiente. Si las adaptaciones son progresivas, la pérdida de forma también será lenta. Así, atletas poco entrenados, perderán rápidamente su forma, mientras que atletas más entrenados tardarán más en perder lo ganado, pudiendo disfrutar más tiempo de esas adaptaciones beneficiosas.