De sobra sabemos que la actividad física es buena para la salud y que alarga la esperanza de vida. El primer estudio al respecto del que tengo constancia, es muy sencillo y se hizo a mediados del siglo pasado analizando como los conductores de los autobuses de Londres morían mucho más jóvenes que los cobradores, ya que los primeros estaban todo el día sentados y los segundos no paraban de moverse y subir escaleras.
Nadie se niega a vivir más pero siempre y cuando se tenga calidad de vida, por eso el horror a envejecer no nace del miedo a morirse, sino del miedo a la incapacidad, a la pérdida de independencia.
Realmente los viejos se atrofian por una discapacidad progresiva, se atrofian porque no se mueven, porque hace un invierno frío y no salen de casa, porque viven en un cuarto sin ascensor y están recluidos, porque llegan al hospital andando con una neumonía y pasan dos semanas encamados y salen con la neumonía curada pero en silla de ruedas, las piernas ya no les sujetan y ya no se levantan más. Una docena de días en la cama de un hospital equivalen a un envejecimiento muscular de 20 años: se entra con 80 y se sale como si se tuviera 100. Y la solución que nos ofrece la sociedad son fármacos, cuando el problema es la inactividad. Desgraciadamente seguimos las directrices de la industria farmacéutica.
Es curioso cómo en las recomendaciones de las asociaciones médicas se dice que mucho cuidado con el ejercicio, que no hay que pasarse, cuando en realidad las adaptaciones en el organismo, los efectos del entrenamiento, sólo se producen tras esfuerzos de cierta intensidad. Los médicos no saben muy bien cómo manejar el ejercicio, no prescriben ejercicio, sino que lo recomiendan y a veces lo prohíben como si fuera peligroso. Es penoso que en el actual sistema sanitario no se tenga en cuenta las prescripciones de ejercicio por profesionales de la actividad física y el deporte que son los auténticos expertos en esta materia.
Si analizamos de que mueren los ancianos veremos que se debe principalmente a problemas cardiovasculares, por tanto lo principal para evitarlo no son las pastillas, sino el ejercicio. Sólo con andar se previene o es menos grave la enfermedad. A igualdad de factores de riesgo, quienes más se mueven mueren más tarde. Nunca es tarde para empezar con el deporte, por muchos años que se tengan.