Vivimos en una sociedad totalmente competitiva, y esto ha hecho que nuestros más pequeños sufran de primera mano lo que es vivir agobiados por la infinidad de actividades a las que les apuntan los padres.
A las 7:30 comienzan su “jornada laboral” en el programa de madrugadores, de 9:00 a 14:00 estarán en el colegio, luego nada más comer empieza “el suplicio”: a las 17:00 toca música (lunes, miércoles y viernes)o inglés (martes y jueves), a las 18:30 toca natación (lunes, miércoles y viernes) o fútbol (martes y jueves), para rematar de 20:30 a 21:30 tienen que hacer los deberes totalmente agotados, para luego deprisa y corriendo cenar e ir a dormir para repetir la misma secuencia al día siguiente.
Además el fin de semana, lejos de ser un relax, se convierte en otro “peregrinar” con múltiples actividades, competiciones, partidos…, con sus correspondientes traslados por aburridísimas carreteras y aguantando los nervios propios y los de sus propios padres que están ansiosos por lograr que sus hijos sean los mejores cueste lo que cueste. Todo esto se complica cuando, incluso en vacaciones, tienen que asistir a cursos de inglés en el extranjero, campus diversos, cursillos de natación,… lo que hace que no tengan respiro alguno.
El horario diario, semanal, mensual y anual del niño está perfectamente cuadrado, tras “el encaje del bolillos” realizado por sus padres, buscando que no les quede ni un hueco libre y puedan hacer cuantas más actividades mejor. Los niños tienen una gran capacidad de adaptación para poder soportar todas las obligaciones impuestas, pero no son máquinas, y necesitan de tiempo para descansar y jugar, sin más, por el mero hecho de pasarlo bien, sin tener ningún objetivo, como lo hacían la mayoría de los adultos actuales en su infancia, en la que no había ni una décima parte de actividades que hay en la actualidad. Los niños modernos no pueden disfrutar de comer la merienda jugando en el parque, porque no tienen tiempo para ello, tampoco pueden disfrutar de jugar con la pelota entre bancos, de las carreras de chapas, de la peonza, de los cromos, del escondite o de cualquier otra actividad sencilla y espontánea sin que sea impuesta ni obligada por sus progenitores.
Todos los padres tratan de llevar a los niños a muchas “cosas” convencidos que van a aprender aquello que ellos no aprendieron, y consideran que es mejor para su futuro, pero no se están dando cuenta que, ¡los están agotando! y cuando sean un poco más mayores (edad del pavo), se van a revelar dejando de hacer todo lo impuesto y no sirviendo el esfuerzo realizado para nada. Los profesionales del deporte están seguros de que lo mejor para los niños desde su tierna infancia es que prueben y experimenten diversas actividades y deportes pero sin que sea de una manera estrictamente reglada ni competitiva. Lo principal es que se diviertan y se formen a través del juego. Si nosotros llevásemos el ritmo al que “sometemos” a nuestros pequeños, no aguantaríamos ni quince días, porque rotundamente colapsaríamos de estrés, en cambio los niños, gracias a las gran plasticidad de la que disponen, son capaces de aguantar mucho más tiempo que nosotros, pero tarde o temprano les pasará factura y veremos cómo tienen comportamientos raros e inapropiados, que son únicamente una manera de llamar la atención inconscientemente, ante las continuas obligaciones diarias.
Por tanto, debemos de estresar menos a los niños y procurar que las horas de colegio y deberes, ya son suficiente estrés para ellos, y el resto del tiempo deberían emplearlo como tiempo de ocio y esparcimiento sin realizar actividades que les supongan una obligación. Hasta los diez años no estaría mal que se apunten a alguna actividad multideportiva, en la que practiquen todos los deportes de una manera lúdica y a partir de los once años elegir únicamente aquel deporte que más les guste y con el que disfruten sin tener que llegar a ser competitivo. A los adultos nos queda mucho por aprender y debemos huir de proyectar en los más pequeños aquellas cosas que nos gustaría hacer a nosotros, no tenemos que ser egoístas y habrá que ponerse en su lugar y no en el nuestro, ¡espero quede claro!