Ser deportista profesional puede arruinarte la vida

«Cualquier cosa que el hombre gane debe pagarla cara, aunque no sea más que con el miedo a perderla (Ch. Friedrich Hebbel)»

A todos los que nos gusta el deporte, siempre hemos envidiado haber podido ser campeones del mundo absolutos de nuestro deporte, o haber conseguido una medalla olímpica, pero si en realidad supiésemos el precio que hay que pagar por ese galardón, seguro que nos lo replantearíamos 2 veces, y en este sentido no hablo de los futbolistas que considero en su mayor parte unos agraciados con los sueldos y condiciones que tienen respecto al resto de deportes más minoritarios.

Ser un campeón es muy bonito, pero en determinadas ocasiones trunca la vida de las personas, arruinándoles su existencia, y su salud tanto a nivel físico, como mental y social.

Esta breve reflexión, surge ya hace tiempo cuando en un programa realizado por nuestro paisano Jesús Calleja, salía la medallista olímpica y mejor nadadora de la historia de España, Mireia Belmonte, que en su andadura con Calleja por Japón, nos dejaba a todos boquiabiertos mostrando que no sabía andar en bicicleta, y aunque en un principio pensaba que se trataba de una broma, era la realidad, y en ese momento me preguntaba que tipo de infancia había tenido, pues seguramente no hacía otra cosa que nadar y nadar mirando una raya de la piscina durante horas y más horas que le absorbieron su infancia, y que ya no volverán; no habrá disfrutado cosas sencillas que hemos vivido el resto de mortales, como jugar sin más y montar en bicicleta.

Lo de Mireia, me dio mucha pena al imaginármela sin una infancia normal. Y es que esta etapa de la vida es según los expertos, la que va a marcar nuestras vidas, ocupando una parte imborrable de nuestro cerebro que nunca lo olvidaremos y será un base importante de nuestra personalidad; de cómo la hayamos vivido y disfrutado, dependerá en gran parte nuestra estabilidad emocional.

Muchas personas a las que encumbramos socialmente por ser deportistas de élite y por sus logros deportivos, han carecido de su infancia por sacrificarlas por el deporte y llegar a ser figuras (acordaros del caso Agassi del que ya os hablé), y seguramente merezca la pena para unos pocos elegidos, pero serán miles y miles los que hayan arruinado sus vidas por la cabezonería de sus padres fundamentalmente, así que si tenéis niños y os gusta el deporte, no os dejéis llevar porque os digan que vuestro hijo es muy bueno en un deporte; debéis utilizar este, simplemente para ayudarlo en su proceso de formación, y no para condicionarlo como persona.

Y dado que las posibilidades de que sea un campeón son ínfimas, seguro que os resulta más rentable jugar a la lotería (la de Navidad en estos días) y fijo que tenéis más posibilidades.